Memorias de mi afrovenezolanidad

 


1. Introducción.

Ha surgido en mí la necesidad de definir mi afrovenezolanidad. Esto ha sido motivado por diversas causas. En primer lugar, mi hermano afroperuano, el Sr. Rolando González, muy amablemente me ha obsequiado con abundante material bibliográfico sobre educación, cultura e historia relacionada con lo afroperuano. Además, previo a esto estuve viendo muchos videos de Youtube sobre experiencias de la diáspora afrodescendiente en Europa y Sudamérica. Todo esto ha movido muchas cosas en mí, muchos recuerdos, y creo que es el momento de compartirlos y así abrir un diálogo interesante sobre esta temática con gente interesada en ello.

Quiero analizar mi afrovenezolanidad desde mi historia, desde experiencias concretas que me han marcado (tanto positivas como negativas) para poder luego sacar conclusiones y relacionarlas con las historias de tantos otros hermanos y hermanas con un origen similar. Es una manera de aprender de lo vivido, de enriquecerme, valorar lo que soy y trasmitir mis valores a los míos, sobre todo cuando estoy fuera de mi país y necesito referencias que me apoyen desde lo racioafectivo. Así que ese camino voy a recorrer.

2.  Lo afrovenezolano desde lo externo (corporeidad, apariencia, apodos).

Mi primer acercamiento a la  afrovenezolanidad ha sido pararme frente al espejo. Mi color de piel, mis rasgos, mi cabello ensortijado, patentizaron ante mí un origen, una pertenencia, un sello étnico indudable e indeleble. Incluso mi conformación corporal me lo evidencia, pues a pesar de que siempre he sido delgado, mis piernas han sido más gruesas que mi torso, sobre todo en la zona donde la espalda pierde su honesto nombre. Y esta característica prominente de mi cuerpo condicionó ciertas conductas de personas hacia mí (desde el acoso hasta la atracción), lo cual me hacía oscilar de la incomodidad al gusto por tener esa forma física. En todo caso, ser afrovenezolano se me nota a leguas.

También los otros me lo han hecho notar desde los apelativos que usan al nombrarme. Negro, negrito, moreno, zambo (muy popular en el Perú) son palabras que utilizan generalmente los que no me conocen para referirse a mí (aunque no exclusivamente, porque hay conocidos que usan cariñosamente el término negrito para acercarse a mi persona). En cuanto a apodos, el primero que recuerdo fue el de chicha (chicharrón) para aludir a mi cabello y dos en el liceo que tenían que ver con mi apariencia: Kabubi (el camello de la comiquita Shazam) e Hindú (en ese momento yo tenía unos lentes estilo Gandhi). Lo cierto es que estos sobrenombres y otros relacionados con personajes afrodescendientes han sido recurrentes en mi vida.

En resumen, puedo decir que lo afrovenezolano desde mi externidad ha sido reconocerme y que los otros me reconozcan como tal. Es una experiencia común, o al menos así lo percibo yo, que a los afrodescendientes se les catalogue fundamentalmente desde su apariencia, lo cual en sí no debería ser un problema, porque a otros grupos étnicos también se les reconoce por lo físico. Lo cuestionable es la carga sociocultural que está detrás de los apelativos y que puede condicionar a la persona o a su entorno. Pero de esto hablaré en la segunda parte de mi reflexión.

3.  Lo afrovenezolano desde lo conductual (racismo y endorracismo, atracción hacia el sexo opuesto, referencia hacia los afrodescendientes famosos, cultura).

         Vivir y con-vivir como afrovenezolano, como lo señalé al final del apartado anterior, implica enfrentarse a una serie de prejuicios y estereotipos que te marcan y te llevan a identificarte o a negar tu realidad. En mi caso puntual, ya desde mi niñez todo ese entorno sociocultural me impactaba y se reflejaba en mis saberes y haceres.

Considero que una palabra clave en mi imaginario es el término racismo. Fuera por experiencias propias, que no puedo decir que abundaron, o por lo que veía y leía en los medios y la literatura, toda alusión al racismo me tocaba en lo hondo. También el endorracismo como experiencia propia y ajena lo he experimentado, debido al bombardeo cultural de exaltación a lo “blanco” como lo bonito, lo próspero, hasta lo heroico. Dos situaciones lo evidencian en mi infancia: la manera como me burlaba de mi hermano menor (de piel más oscura que la mía) llamándolo mono, macaco; también recuerdo que mi película de superhéroes favorita era Superman (la de Christhoper Reeve) y yo quería parecerme a él, tener el cabello liso como el suyo. Eso ya marcaba desde el inicio un conflicto con mi identidad y apariencia.

Otras personas, de mi familia en especial, han sido muy machaconas con esta “ideología” endorracista. Pelo malo, mejorar la raza, negro fino, son expresiones con las que he sido alimentado a lo largo de mi vida, estigmatizando mi fenotipo y alabando en contraste los rasgos caucásicos como los”bellos”. Apenas noté lo despectivo de este tipo de lenguaje, empecé a reaccionar en contra.

Lo afectivo también estuvo marcado por una suerte de endorracismo, ligado a un poco de complejo de Edipo. Por ser mi madre de tez clara (tiene padre andino) las mujeres blancas siempre tenían un halo de fascinación para mí. También los medios contribuían a ese encanto, al destacar en todo momento a la mujer de rasgos europeos como la más bella (miss Venezuela, protagonista de novela, actriz publicitaria). Así, yo siempre busqué, como al vellocino de oro, aquella fémina blanca que fuera mi pareja. Al final no lo conseguí y me siento feliz de tener una belleza afrodescendiente como mi esposa, pero debo reconocer que esa idea me persiguió a lo largo de mi vida.

Por otra parte, hay un planteamiento más afirmativo. Es la búsqueda de personalidades destacadas afrodescendientes, tanto a lo largo de la historia como en el presente. Política y deportes han sido dos temas que siempre me han apasionado y por ello he buscado referentes en esos ámbitos, así como en otros de la vida social. Gente como Mandela, Martin Luther King, Malcom X, el mismo García Márquez (que hace poco comprendí que era afrodescendiente) son figuras que me han marcado. Mi cantautor favorito venezolano es Frank Quintero, el músico afrovenezolano más famoso del género pop. Y si hablamos de deporte, los ejemplos son incontables, aunque me ha gustado más destacar a personas que logran brillar en espacios ignotos para la mayoría afrodescendiente (Hamilton en la F1, las Williams en el tenis o Tiger Woods en el golf).

Soy melómano por influencia materna y he tenido contacto con gran cantidad de géneros musicales, lo cual me ha enriquecido muchísimo desde lo cultural. Evidentemente, la influencia afro en la música mundial es innegable y hasta es reconocida por la cultura masiva. Por eso, muchos músicos afro me han llenado el corazón, tanto venezolanos como extranjeros. Por supuesto, uno de estos géneros entrañables para mí ha sido el folclor venezolano y el folclor mundial, y de estos ritmos me han atraído en especial los de marcada raigambre afro. Recuerdo que la primera vez que participé en un acto cultural en la escuela fue con los tambores de Naiguatá y el segundo baile fue un calipso del Callao. Esto me lleva a concluir que mi venezolanidad siempre ha estado muy ligada a mi afrovenezolanidad.

4. Resumen.

Para mí, identificarme como afrovenezolano ha sido una mezcla de orgullo, gozo, vergüenza y dolor. Orgullo que siento de ver a tantos afrodescendientes de Venezuela y el mundo haciendo de éste un mejor lugar para vivir. A eso se suma el gozo de vibrar con la música afro, la calidez de los afrodescendientes de todo el orbe que me hacen sentir familia dondequiera que esté y me hacen parte de una cultura local y universal a la vez.

Pero también siento vergüenza por ser parte de una sociedad racista que yo con mi endorracismo he ayudado a alimentar, además de contribuir a sostener experiencias de invisibilización y discriminación por acción u omisión. Eso se suma al dolor por todas las injusticias que los africanos y afrodescendientes hemos padecido por el mero hecho de serlo.

De verdad, escribir sobre mi afrovenezolanidad ha sido un ejercicio de reencuentro con mi realidad más profunda (o al menos con parte de ella). Espero que esta reflexión sea ilustrativa para muchos y sobre todo los anime a ahondar en sus raíces para desde ahí construir un ser y un convivir  de bien y de paz para ellos mismos,  para su entorno y para la humanidad. Así sea.

 

Gabriel García 2021

 



 


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